jueves, 17 de marzo de 2016

Gustar, desear, querer y amar. No son lo mismo.

Voy dedicar una serie de entradas en el blog a eso que entiendo por amor. No pensaba, pero dado el vital papel que juega he comprendido que si quiero desnudar en el blog, y quiero, mi personal perspectiva vital, esa desde la cual vivo mis días y cada instante debo entonces tratar de clarificar, lo mejor que me sea posible, como veo y como siento el amor. Me va ser imposible hacer eso en una sola entrada, pues son muchas las cosas que decir al respecto, mucho lo que matizar.

En principio diré que en mi opinión el amor, cuando en verdad es amor, nos da alas o cuando menos amplia nuestros horizontes de tal modo que es como si nos las diera, pero a cambio nos carga de cadenas. Que tal intercambio compense o no, como todo en la vida, es cuestión de gustos y preferencias personales.

Pero por desgracia el uso que en castellano se hace de esa palabra resulta extremadamente confuso. Por lo que no me va ser fácil aclarar que entiendo por amor y por lo tanto a que me ando refiriendo cuando hablo de él. Por ello antes de hablar de amor me veo obligada a diferenciar la palabra “amor” de otras que le suelen aparecer relacionadas hasta el extremo de correr el riesgo de confundir los conceptos.

Gustar y desear no son lo mismo.

Ejemplo: que me gusten las fresas no significa que ahora mismo las desee.


Gustar es una condición previa y necesaria pero no suficiente para que se produzca el deseo. El sentido del gusto es eso, un sentido, dulce o amargo, placentero o desagradable, deseable o no. Pero el deseo es una motivación, que nace de nosotros mismos, no un mero sentido. Es el deseo anhelo de eso que sabemos (o imaginamos) nos es agradable experimentar. Es un sentimiento, no un sentido. El gusto puede variar pero es perdurable en el tiempo, el deseo en cambio rara vez perdura y una vez satisfecho tiende a esfumarse.

Gustar y desear tampoco son lo mismo que querer.

Ejemplo: me gustan las fresas, pero en el caso de que ahora mismo las deseara yo aun así podría no quererlas. Pasaría, por poner un caso si me preocupa más la linea que lo que me gustan y deseo las fresas.

Querer significa siempre, cuando hay incompatibilidad, preferir satisfacer el deseo mayor de los satisfacibles. Nace de un sentimiento, desear, pero no es un sentimiento si no una decisión, es la decisión de conseguir la satisfacción de un deseo. Si deseo a la vez ir al cine y al teatro, cosa que puede pasar, pero ambos se dan al mismo tiempo no puede ser que vaya a la vez a ambos, solo puedo estar en un sitio al mismo tiempo, debo elegir, sacrificar uno de ellos en el altar del otro y ese otro es el que yo quiero.

De ese modo puede por ejemplo gustarme la idea de acostarme con tal o cual hombre o mujer, pero aun así lo puedo desear o no y en el caso de que lo desee puedo no querer acostarme con tal compañía.

Si digo que quiero a tal o cual hombre, o aun gato, lo que digo es que quiero lo que ese ser puede aportar a mi vida. Todo querer es siempre un querer para obtener tal o cual cosa. Quiero a mis amigos, por ejemplo al Ingles, lo quiero por su capacidad para hacerme reír, por lo fácil que es sentirme cómoda con él, por que siempre logra hacerme ver aspectos de la realidad en los que nunca me había parado a pensar, por haberse ganado mi confianza y sentirme segura con él y por mil otras buenas razones. Pero todos esos motivos que me hacen querer al Ingles son razones “para” y el día en que desaparezcan lo dejare de querer. Pero todo querer es siempre de quita y pon, depende de lo lo que el ser querido aporte a la vida del que lo quiere ya que lo que de verdad se quiere es lo que se aporta. 


El amor en cambio es otra cosa. Y, ya no tiene nada que ver con lo que ese ser te aporte o deje de aportarte. Amamos por que amamos, sin para que. Independientemente de que lo queramos o no. Su naturaleza nos trasciende. Hace que aquello que queremos pierda importancia al ser puesto junto con lo que quiere el ser amado. Las propias necesidades, anhelos, metas del ser amado pasan a ser vividas como casi tan o tan o incluso más importantes que las propias, es decir mientras el ser querido es una herramienta para la propia satisfacción de quién le quiere, el ser amado es una meta por si misma de modo tal que quién le ama se siente a si mismo como herramienta para la satisfacción del amado.

Voy ver si lo aclaro un poquito:

Un hombre que me quiera muchísimo, tanto que su propia vida no le sirva de nada y hasta le sea un tormento si no me puede tener, en un ataque de rabia, por no poder tenerme, podría llegar a matarme. Eso lo tengo clarisimo.

En cambio un hombre que me ame, incluso aunque sea muchísimo, con locura como dirían algunos, aunque no pueda tenerme jamás me dañara ni un pelo de la cabeza y si le pido ayuda para irme con otro, por mucho que le duela, me la dará. Eso también lo tengo clarisimo.

Pues bien, ambos sentimientos querer y amar pueden y suelen darse simultáneamente. De hecho suele decirse que en toda relación de enamorados uno es el que más quiere y otro el que quiere mejor. Y, es que cada uno de ellos quiere al otro y cada uno se supone que también lo ama, si mucho o poco ya depende. Por eso al darse ambos sentimientos a la vez y acerca del mismo ser nos es, imagino, tan fácil confundir el uno con el otro pese a ser de naturaleza totalmente diferentes y hasta cierto punto opuestos ya que mientras el querer nace de buscar nuestro propio bien ( “sin ti mi vida no tiene sentido” ) el amor nace de sentir el bien del otro ser tan importante o casi o más que el nuestro propio (“tú felicidad es lo más importante para mí).

Y, esa es la forma en que uso esos cuatro verbos, lo que no quiere decir que los castellanoparlantes los suelan usar del mismo modo.

6 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Me ha gustado poder leer este pequeño texto, me he liado un poquito al empezar pero al final lo he podido entender, o eso creo. jajaja
    muchas gracias!

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  3. Hola Danini, me alegra que te haya gustado

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  4. Perfecta descripción a tales palabras, son un lío al relacionarnos más en momentos de romanticismo . Fué de gran ayuda tu blog, lo compartí con gusto .

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  5. Bien la nota por su gran síntesis. Con esos parámetros ¿por qué no comentar el precepto cristiano que dice: AMA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO? En este hay nuevos elementos: el prójimo puede ser comprendido como "un Otro impersonal" y dentro de él, un Otro concreto, por ejemplo en la pareja. Además "como a tí mismo", lo que presupone que quien ama al otro ya se ama a sí. Esto nos llevaría a analizarnos cada uno, ver si nos amamos cada uno y en esa medido o calidad del amor, amar al Otro.

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